miércoles, 9 de julio de 2008

SOLILOQUIOS DE UN HOMBRE MUY MACHO… Y BASTANTE MUJER

(para femenina-mente)


Desde jovencito siempre preferí ser mujer…
Solía decir que si me hubieran dejado elegir me habría gustado nacer mujer, y ya, para rematar, en tono de broma, mujer, negra y de la Martinica (intuyo que por el exotismo de la negritud y por el mestizaje de una isla caribeña, patria del maravilloso poeta Aimé Césaire).

Empíricamente siempre tuve claro que la mujer era muy superior al hombre, aunque la civilización judeo-cristiana, imagino que para compensar evidencias, se había empeñado en todo lo contrario.
Y esta superioridad evidente puede concretarse en varios puntos bien claros:
- Mayor capacidad de la mujer en adaptación al medio y a los cambios
- Mayor facilidad de la mujer para aceptar el dolor y metabolizarlo
- Mucha mayor capacidad orgásmica y sexual de la mujer en relación al hombre
- Capacidad de parir y de crear vida, y de transmitir la herencia
- Mayor longevidad y esperanza de vida de la mujer.

Hay, desde luego, algunos otros puntos desfavorecedores, pero la inmensa mayoría de ellos no son genéticos, sino impuestos desde lo social y lo cultural con el fin de compensar un tanto los apabullantes desequilibrios.

Sin embargo, y desde mi sexo otorgado de hombre, y mi incapacidad para una sexualidad en femenino –ni siquiera la bisexual, a pesar de haberlo intentado desde el convencimiento de que los humanos somos bisexuales por naturaleza- hube de conformarme con un rol social en el que los atributos habitualmente femeninos –sensibilidad, poesía, pasión por las flores, incapacidad gestora…- han formado parte importante de mi existencia, convirtiéndome en “un macho bastante mujer”, y siendo un hombre que suele pensar y actuar en femenino.

Es bien posible que estos condicionamientos previos hicieran que siempre me dedicara a la defensa de los derechos femeninos: desde la creación, en los comienzos de los 70, de uno de los primeros grupos feministas de España (del que después fui defenestrado, lógicamente, por ser hombre), hasta la elección de mi profesión de ginecólogo, en la que siempre me he sentido bien y próximo al sentimiento femenino.
Y quizás, también, sea la explicación de la elección de mi pareja: una mujer muy hembra… y bastante hombre, que es la que complementa extraordinariamente mis inclinaciones femenina-mente.

Y para rematar, solo un apunte de pasadas: los actuales movimientos feministas radicales no solo me parecen estúpidos, sino realmente injustos y peligrosos, porque generalmente aíslan a un grupo de hombres bastante mujeres, y además, para más INRI y escarnio, suelen caer en los mismos comportamientos de dominancia y exclusivismo asimétrico que siempre tuvieron los machos.


Luis E. Prieto
Madrid, España